martes, julio 14, 2009

EL CACIQUE MURACHÍ Y LA INDIA TIBISAY

Murachí era ágil y valeroso, más que todos los indios de la tribu; su brazo era él más fuerte, su flecha la más certera y su plumaje el más vistoso. Cuando les tocaba el caracol en lo alto del cerro, sus compañeros empuñaban las armas y le seguían, dando gritos salvajes, seguros de la victoria. Murachí era el primer caudillo de las Sierras Nevadas. Tibisay, su amada, era esbelta como la flexible caña del maíz. De color trigueño, ojos grandes y melancólicos y abundoso cabello. Eran para ella los mejores lienzos del Mirripuy, el oro más fino de Aricagua y el plumaje del ave más rara de la montaña. Ella había aprendido, mejor que sus compañeras, los cantos guerreros y las alabanzas del Ches. En los convites y danzas dejaba oír su voz, ora dulce y cadenciosa, ora arrebatada y vehemente, exaltada por la pasión salvaje. Todos la oían en silencio; ni el viento movía las hojas. Tibisay era la princesa de los indios de la sierra, el lirio más hermoso de las vegas del Mucujún.

Un día salió espantada de su choza y fue a presentarse a Murachí, el amado de su corazón. La comarca estaba en armas: los indios corrían de una parte a otra, preparando las macanas y las flechas emponzoñadas. -¡Huye, huye, Tibisay! Nosotros vamos a combatir. Los terribles hijos de Zuhé han aparecido ya sobre aquellos animales espantosos, más ligeros que la flecha: Mañana será invadido nuestro suelo y arrasadas nuestras siembras. -¡Huye, huye, Tibisay! Nosotros vamos a combatir; pero antes ven, mi amada, y danza al son de los instrumentos, reanima nuestro valor con la melodía de tus cantos y el recuerdo de nuestras hazañas. La danza empezó en un claro del bosque, triste y monótona, como una fiesta de despedida, a la hora en que el sol, enrojecido hacia el ocaso, esparcía por las verdes cumbres sus últimos reflejos. Pronto brillaron las hogueras en el círculo del campamento y empezaron a despertar, con las libaciones del fermentado maíz los corazones abatidos y los ímpetus salvajes.

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NO PERMITAS QUE NADIE ARRANQUE LAS CALABAZAS DE LA VIEJA HEREDAD

Al norte de Uganda se ubica la población de Los Acholi, caracterizada principalmente por sabanas y escasas montañas, y va desde el Nilo Victoria hasta el borde de Sudán, siendo su región más importante Gulu.
Según la historia Acholi, durante su período seminómada, por causa de las guerras y conflictos los clanes realizaban migraciones en forma regular buscando nuevas tierras fértiles, originando que las calabazas crecieran en los lugares abandonados, frutos que nunca eran arrancados por nadie que pasara por allí, pues significaba lo incorrecto que era el arrancar de raíz las viejas costumbres, sean útiles o inofensivas.
Es constante que en nuestra patria, se quieran arrancar las tradiciones, costumbres, expresiones artísticas, principios y valores, para dar paso a otros que no nos gustan por no corresponderse con nuestros orígenes sociales. Sin embargo, por miedo, el silencio las calla y por calladas se olvidan y con ellas su enorme valor social se pierde.
Hasta el arte, útil e inofensivo, que se desarrollaba en El Ateneo de Caracas, su teatro, su poesía, su música, sus expresiones artísticas, están sufriendo la misma suerte, seguramente, sin darnos cuenta, por efectos de ver la política como moda y no como parte de los hechos sociales inevitables y controvertidos que si bien pueden producir grandes frustraciones también puede otorgar grandes beneficios a las comunidades.
Quiénes se acuerdan de Amador y de Amelia en Mérida; quienes se acuerdan del Rey del Cuatro, un personaje muy popular en los barrios pobres de esta ciudad, quienes se acuerdan del Mercado Principal cuando estaba en el centro de la ciudad, probablemente quizás los de la tercera edad…y quiénes se acuerdan, de Humberto Fernández Morán, o mejor aún de Okot P´Bitek uno de los tres escritores más leídos de Africa Oriental, nacido en Gulu, socialista, profesor de inglés y religión, músico, abogado, futbolista, Antropólogo Social, coreógrafo de danzas rituales y profesor en la Universidad de Oxford, quien terminó destituido del cargo de Director del Centro Cultural de Uganda, por la publicación en 1956 del Libro War Pa Lawino o La Canción de Lawino, un lamento africano, simplemente porque no lo publicó en lengua Acholi o Luganda, por no haber idioma autóctono, sino en Inglés, idioma considerado impuesto por los invasores durante la colonización en África oriental.
Debo reconocer que el recuerdo de Okot P´Bitek, surgió por el de un amigo sobre César Lizardo, poeta Venezolano. He aquí una sección de aquel libro:

LAWINO KOKO OCOL (Lengua Acholi)
LAWINO LLORA POR OCOL
I kare ca Ocol pud dano….
Onongo cwara Ocol pud Acol
Wod pa twon onongo pud Acholi
Wod pa Agik, nya Jô Okol
Onongo pud Acol pud Acoli...

En esos días cuando Ocol era todavía una persona…
Cuando Ocol, mi marido, era todavía un negro,
el hijo de un Toro era todavía Acholi,
el hijo de Agik – la hija de la gente de Okol –
era todavía un negro, todavía Acholi…

Fuente: Okot P´Bitek. La Canción de Lawino - Un lamento Africano.
Ediciones Actual/Colección Poesía. Dirección General de Cultura y Extensión de la Universidad de los Andes / Mérida - Venezuela - Año 1983

domingo, julio 05, 2009

TIRAN MAS 2 TETAS QUE LOS BUEYES DE 2 CARRETAS


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